Una jugada de estrategia fue suficiente para endosar una nueva derrota al Hércules en A Coruña. No necesitó más el Deportivo, un equipo de perfil bajo que encontró alivio ante la nula fuerza ofensiva de un oponente sin chispa, dócil e inocente. El Hércules únicamente mostró colocación en Riazor. Poca cosa para ambicionar premio frente a un Depor que, ni de lejos, se acerca al de otras épocas.
Así que sin hacer nada, o prácticamente nada, el equipo gallego se llevó el gato al agua. Fue más una invitación a la victoria que una derrota merecida. De hecho, Calatayud apenas tuvo que intervenir en una ocasión antes de encajar el gol. Pero el cuadro fue más sugerente para Aranzubia, dado que el portero del conjunto gallego apenas entró en contacto con el balón. Únicamente en los minutos finales, con la entrada de Portillo y con el Hércules a la desesperada, el conjunto de Esteban Vigo mostró tímidamente los dientes. Hasta entonces solo se vio control, ninguna pegada.
La primera parte deparó poca cosa. Solo disposición táctica para defender. De medio campo hacia arriba, nada de nada. Ambos equipos se mantuvieron en pie sin luz en la linterna, ahogando en impotencia ofensiva todo avance hasta dejar a Calatayud y a Aranzubia como meros espectadores. El derroche físico de Valdez y algún destello de Tote buscando agujeros desde la derecha despertaron en contados instantes la atención.
Sin ideas en el centro del campo, el Hércules encontró en el Deportivo a un hermano gemelo. Ambas escuadras mostraron carencias atacantes y firmeza defensiva, argumentos que por necesidad marcan la pauta de un encuentro sin mordiente. Así, a ritmo de diesel, la pelea quedó marcada por el equilibrio y por la incapacidad de hacer daño. Drenthe no apareció por la izquierda y Trezeguet solo vio el balón desde lejos. Entretanto, Valdez se dedicó a hacer kilómetros para tapar agujeros e intentar algo nuevo. Demasiadas cosas para el paraguayo, que encontró en Drenthe a la otra cara de la moneda. El holandés, muy estático, corrió poco y se ofreció menos. Sin recorrido y sin esa fuerza que le caracteriza, el jugador cedido por el Real Madrid no fue ni la sombra de lo que acostumbra.
La insulsa historia encontró el acento que cambió el guión en una jugada de estrategia. Antes, únicamente se había registrado un disparo de Adrián que desvió con acierto Calatayud. El portero malagueño poco pudo hacer seguidamente en una acción ensayada, que partió con un balón colgado al área por Saúl que Colotto desvió al punto de penalti para que el tunecino Lassad rematara a placer. (1-0, m. 73).
El Hércules quedaba herido con media acción de peligro. Pero lo grave no pasaba por ahí sino por la escasa pegada exhibida, que ya daba a entender su incapacidad de resolver el problema en que se había metido.
Esteban intentó variar la película colocando en el campo a Kiko Femenía y Tiago Gomes. Se ganó algo de nervio, pero la sensación de peligro sobre el área local solo apareció en los compases finales. Así, Javier Portillo, que se metió en el campo en el minuto 80, tuvo un par de ocasiones para engatillar. En la primera, nada más pisar el césped, encontró un balón en la frontal con posibilidad de enviarlo a la red, pero el disparo salió flojo y raso. En la segunda, en la última acción del partido, envió alto una cesión de Tote al corazón del área.
Con todo, el brío que mostró el Hércules en esa recta final no se vio nunca con anterioridad. Solo al verse perdido reaccionó el conjunto herculano, que en ese momento debió darse cuenta de todas las carencias de un rival que vio peligrar su victoria a poco que se vio apretado.
Y es que el conjunto de La Coruña no se asemeja, ni de lejos, a ese equipo que adquirió el sobrenombre de Superdepor hace algunos años. Consciente de sus limitaciones, Lotina ha diseñado un bloque defensivo, bien arropado en la línea de atrás para ir creciendo hasta fiar su puntería a jugadas de pizarra. Con esas armas frenó al Hércules, que sigue sin la creatividad necesaria para hacer daño cuando actúa de visitante.
La pareja de mediocentros formada por Fritzler y Abel Aguilar no acabó cuajando, lo que aumentó la impotencia de Valdez, incansable y en continuo movimiento, pero sin el flujo necesario para hacer daño.
Mal lo tiene el Hércules con esa forma de actuar lejos del Rico Pérez. Su pasividad ofensiva le condena a aspirar a poca cosa, mientras que las carencias defensivas le conducen a la derrota.
Nada habría que objetar si un rival le supera por calidad; lo penoso es perder frente a oponentes que no llegan a su talla, pero que encuentran facilidades para beneficiarse y pocos argumentos para ser vencidos.
Para lo de ayer, además, tiene cabida la excusa del largo y penoso viaje realizado, pese a disponer de tiempo de maniobra para evitarlo. Faltan muchas cosas en este Hércules. En primer lugar, alguien que se decida a gobernarlo con coherencia.
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