No está el Hércules para grandes gestas y menos en plazas de primer nivel, donde te afeitan al raso a poco que asomes la barbilla. Sin embargo, el barbilampiño enemigo que llegó al Bernabéu a verlas venir, medio acobardado ante la posibilidad de que le cayera la del pulpo, encontró una digna y airosa salida por la puerta de la Castellana al mantenerse en pie frente a un rival que, pese a todo, no necesitó emplearse a frenético ritmo para noquearle.
Tuviera o no la mente puesta en el partido ante el Lyon, el Madrid empleó los recursos justos para solventar la papeleta y aplazar el fatal desenlace que ya intuye Mourinho, cuyos excesos verbales esconden excusas.
Ayer, dos goles de Benzema, que apareció para dejar el sello y finiquitar la contienda en momentos puntuales, sirvieron para cerrar el compromiso frente a un Hércules que, al menos, mejoró ante un grande la triste imagen que venía de ofrecer frente a un pequeño.
Sobre todo en la primera parte, el equipo blanquiazul ofreció destellos para la esperanza. Con Tiago más entonado, Farinós omnipresente y con una buena dosis de ímpetu por la banda derecha, donde Juanra cuajó tomando el relevo de Cortés y Kiko mostró atrevimiento, el Hércules se parapetó frente al Madrid.
Tras unos minutos iniciales de amenaza continua, el cuadro alicantino se fue soltando y ganó en desparpajo hasta completar unos primeros cuarenta y cinco minutos más que dignos. Bien posicionado, con las ideas claras y con un punto de ambición que no mostraba lejos de su feudo desde tiempo inmemorial, opuso resistencia a un Real Madrid medio apático, que funcionó entre arreones, con el faro de Özil, la verticalidad de Di María y la lanza de Benzema, de nuevo a punto para matar.
Fuera por el hecho de estar en el Bernabéu, fuera porque en escenarios como ése la derrota no deja marca en la piel, el Hércules empleó posturas distintas a las acostumbradas fuera de Alicante.
Merece este equipo una buena sesión en el diván para ir sacando a flote todos esos miedos que le corroen por dentro en suelo extraño y que ayer afrontó de distinta forma.
El cuadro alicantino fue ganando terreno metro a metro. Buscó el ala derecha, donde Juanra y Kiko tocaron las costillas con acciones de mérito, al tiempo que Tiago y Farinós multiplicaron su presencia por el centro.
La primera acción de peligro herculana llegó con una jugada ensayada que finalizó con un remate de cabeza alto de Pamarot, incorporado al ataque tras un saque de esquina (m.17). El Madrid no tardó en entrar a matar. Özil abrió el ojo, vio pasillo por la derecha con la llegada Arbeloa, que se coló entre Pulhac y Thomert para tocar en horizontal con la finalidad de que Benzema sólo tuviera que empujar (1-0, m.24). Arrancó carne el Madrid al primer mordisco serio y Calatayud evitó más destrozo acto seguido con una buena intervención tras un remate de Adebayor.
El Hércules, sin embargo, no se amilanó. Contrariamente a lo que podía esperarse -he aquí un buen apunte para ser tomado en cuenta- levantó la cabeza ante la adversidad. Kiko apretó las clavijas a Casillas en una acción que el portero detuvo en dos tiempos y, poco después, el cancerbero internacional mostró sus mejores virtudes para evitar dos claras acciones de gol en apenas treinta segundos: Primero con un volea de Thomert que buscaba la red tras centro de Juanra, y, acto seguido, al colocar una prodigiosa mano en un remate cercano de Kiko por la derecha tras ganar la posición a Marcelo. Ahí pudo poner el Hércules una piedra en el camino madridista, con el de Sanet lanzado, sin complejos, entre taconazos y con la mirada al frente.
Con Portillo arriba, peleando sin desmayo todos los balones que llegaban por la zona, el Hércules mostró maneras olvidadas. Faltó firmeza para apuntillar, pero el Madrid no caminaba cómodo, ni firme, ni con el convencimiento que se le podía exigir en una batalla tan desigual.
Nada más comenzar el segundo acto llegó un serio aviso blanco. Un balón en largo servido por Di María encontró la bota de Adebayor apuntando hacia puerta hasta estrellar el cuero en el larguero.
Con la intención de no prolongar la incertidumbre, volvió a aparecer Benzema. Un lanzamiento en largo que no evitó la señal de stop que propuso Abraham Paz fue convertido por el francés en oro puro. El delantero madridista, tras controlar el esférico, trazó el sendero para mirar de frente a Calatayud, al que batió con un disparo ajustado y con cierta comba (2-0, m.57).
Tras sobrepasar con el cronómetro en mano los mil minutos sin marcar fuera de su casa, Vigo optó por quitar a Portillo -vaya usted a saber porqué- y el Hércules perdió presencia en la parte alta. El Madrid caminó más a gusto, sin sobresaltos, a la espera de un final que ya no necesitaba de más esfuerzo.
Roto por el trabajo realizado durante los minutos anteriores, al Hércules solo le quedaba mantener la derrota digna, evitar ese tercer gol que tampoco hubiera hecho justicia a lo que se vio.
Fue mejor el Real Madrid, seguro, pero del Santiago Bernabéu no salió nadie arrasado. Esa es la lección que debe memorizar el cuadro herculano, ya penúltimo en la tabla de clasificación, para afrontar la recta final. Ese es el camino para comenzar a levantar la cabeza.
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