Dijo Djukic que el Hércules iba al Ciutat de València con el cuchillo entre los dientes. Y al final resultó que lo utilizó para arrancarse las entrañas a sí mismo. Se hizo el harakiri el equipo alicantino casi de manera inexplicable en una jornada que puede resultar condenatoria.
El horizonte se oscurece. Cada vez es más negro. Y no parece que pueda haber vuelta
atrás. Otra vez el equipo alicantino ofreció una paupérrima imagen a domicilio. Antes de alcanzar el minuto cinco, ya perdía y después, nunca tuvo opciones para remontar. Ni siquiera el tanto de Trezeguet, cuando buena parte de la afición blanquiazul abandonaba el Ciutat de València a diez minutos del final, hizo al conjunto blanquiazul creer en sus posibilidades. Ni rastro de aquel bloque que ganó en Anoeta. La derrota contra el Levante deja detalles que sólo invitan a la preocupación. El margen de maniobra se reduce a cero. Quedan 18 puntos por disputar y Djukic necesita que su equipo sume doce para obrar el milagro de la permanencia, cada vez más lejano.
El técnico serbio sorprendió a propios y extraños con la inclusión en el once de Pulhac. Dejó a Peña en el banquillo por decisión técnica. Como era de prever, Fritzler ocupó la medular con Abel Aguilar sin demasiada fortuna. No funcionó la máquina. Aparecieron los fantasmas del pasado más reciente. Drenthe no compareció y Kiko apenas pudo prodigarse. Nadie asumió la responsabilidad; nadie quiso el balón ni supo cómo hacer jugar al equipo. El resultado fue que el Levante campó a sus anchas y bailó al son que le apeteció durante casi los noventa minutos.
El Hércules regaló el partido; se le olvidó competir. No inquietó ni una sola vez la meta de Munúa, que vivió como si fuera un espectador más. Sólo un intento de remate de cabeza de Abel Aguilar, dentro del área, acabó con las protestas por un supuesto empujón de Ballesteros. Pidió penalti el colombiano, pero González González no dudó ni un instante.
Y menos mal que Calatayud se empleó con acierto, sobre todo en el primer acto, para evitar un castigo mayor. El gol de Rubén Suárez no hizo más que confirmar la superioridad granota. Porque en apenas cuatro minutos el portero blanquiazul ya había despejado un balón a córner. Después, evitó el segundo con una mano milagrosa que mandó a saque de esquina otro disparo de Rubén. La presencia del ex del Elche fue una auténtica pesadilla para Calatayud. No marcó él, pero sí lo hizo Juanlu, tras una buena combinación con Valdo, aprovechando el desconcierto defensivo del Hércules.
Los goles obligaron a los alicantinos a tener que buscar la épica en la reanudación.
Sin embargo, el técnico Miroslav Djukic no varió el planteamiento de su equipo. La segunda mitad empezó con la misma dinámica de la primera y sin que el Hércules diera la impresión en los primeros diez minutos de necesitar marcar para no perder. Al
partido le faltó intensidad.
El conjunto blanquiazul no se mostró ofensivo y el Levante alzó el pie del acelerador. Entonces llegaron los cambios con la entrada de Caicedo en el equipo valenciano y Trezeguet por el lado visitante. Sólo un gol del equipo alicantino podía dar emoción al partido, pero le faltó ambición y también cordura para saber cómo hacer daño a los granotas.
La primera permuta llegó casi al cuarto de hora de la segunda mitad. Portillo, que no tuvo ni una opción para marcar, dejó su lugar a Trezeguet. Media hora tuvo el campeón de mundo francés y la aprovechó. Aunque su tanto no sirvió finalmente para nada, cambió por unos minutos las sensaciones. El equipo de Djukic buscó la meta de
Munúa. Eso sí, más por inercia que por convencimiento. Metió el miedo en el cuerpo a la grada e hizo enfurecer a García Plaza.
Pero no llegó el tanto de empate. El meta granota frustró un remate de Thomert, que aguardaba en el segundo palo un centro desde la derecha, y después atrapó sin problemas el disparo demasiado flojo de Fritzler desde la frontal. Imposible enmendar tantos despropósitos en apenas diez minutos. Cuando se encendió la bombilla, ya no hubo tiempo para más.
El tiempo corre en contra de los blanquiazules. El Hércules perdió la solidez defensiva, la ambición y todo lo que le permitió ganar a la Real en el debut del serbio. Ahora se encomienda a un milagro con la vista puesta en lo que pueda hacer esta noche el Zaragoza en El Madrigal. Sólo quedan seis jornadas y la permanencia esta a tres puntos, pero puede ponerse a cuatro o seis -en el peor de los casos- si los maños consiguen puntuar o ganar al Villarreal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario